Inmersos, devorándolo todo,
estábamos ausentes;
una forma de pasar el rato.
¿Significaba no ser visibles?
Desde ese hueco sin rellenar,
diminutos sicarios observaron nuestros juegos y agazapados invadieron nuestro ARN
y revirtiron la ausencia.
Ya modificada,
nuestra mirada se despereza
desde su espejo.
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